miércoles, 25 de abril de 2018

A vida éche moi bonita... ¡se se sabe vivir!


Una y otra vez se lo he oído a mi padre cuando yo era joven... y ahora también.

Son de esos momentos en que las conversaciones pasan de lo superficial y falto de contenido, a sumergirse en lo profundo del ser: una reflexión sobre el vivir o sobrevivir.

¡Claro!, posiblemente esto solo podamos hacerlo los que ya cargamos a nuestra "espalda" unas cuantas experiencias vividas, acontecimientos personales que van dejando peso en nuestra conciencia de ser humano,  huella en nuestro corazón y en nuestro recuerdo. Experiencias de caída y puesta en pie, sentimientos de amor y amargura; encuentros y desencuentros, relaciones amistosas y otras que parecían serlo pero que, con el paso del tiempo, se convierten en la ilusión de lo que "podría haber sido" y, a pesar de todo ello... la vida sigue su curso, no se para...

¡Cuánta razón tiene mi padre! La vida es bonita, más aún, ¡muy bonita!... todo depende del color con que se mire, de la actitud con la que cada cual decida afrontarla.
No puede nublarme la hermosura de la vida  un desencuentro. Tampoco la tristeza o el desamor. Ni siquiera las pequeñas dificultades diarias, ni los roces continuados de las opiniones contrarias que día a día van colmando nuestro vaso hasta rebosarlo.
¡Si, señor! La vida es preciosa... y de eso puedo dar fe. ¡Y no llevo gafas de cristal de aumento!

Repito una vez más... y no me canso... ¡La vida es preciosa!... y la miro con mis ojos de 47 primaveras...  geniales, por otra parte.

Miro atrás y me invade un sentimiento de plenitud. No rechazo nada, no renuncio de ninguna experiencia... toda mi vida es preciosa.
¿Dificultades? ¡Bastantes! pero me han servido para crecer y ser la persona que hoy soy...
¿Ha sido un trabajo duro? ¡Mucho! pero, como dice el dicho popular "todo lo que vale la pena, cuesta". 

La obra de arte de mi vida ha sido costosa, en tiempo, esfuerzo, trabajo duro y continuo... Pero hoy, en la madurez de los "casi 50" me siento orgullosa de lo que soy, de cómo los cinceles de las relaciones han ido dando forma a mi persona; los pinceles de las pasiones  a mis sentimientos, los compases del tiempo a mi vida y la arquitectura del espacio a mi entorno.

"A vida éche moi bonita, se se sabe vivir". Esta frase que escuché tantas veces a mi padre a lo largo de los años, brota en mí sin esperarlo multitud de veces cuando camino por el parque contemplando el renacer de la naturaleza en el mes de abril o viendo caer la lluvia pausada tras el cristal en el mes de noviembre. Durante un paseo en coche atravesando el paisaje nevado de O Cebreiro en compañía de mis padres en el mes de febrero o perdiéndome en el horizonte del "finis terrae" con el amor de mi vida a mi lado en el mes de agosto.
Sencillez, naturalidad, pero, a la vez, fuerza y complejidad. Eso es la vida. Eso es mi vida. Bonita.