martes, 11 de junio de 2013

Espacio y tiempo ... ¿límite u oportunidad?


Leía, el otro día, un artículo sobre los límites del ser humano. El límite, los límites, aquello que nos define, dibuja, limita, ¿restringe? ¿coarta?. Muchas veces he pensado en ello.

El artículo decía que  son dos los límites fundamentales de la persona: el espacio y el tiempo.

El límite del tiempo lo explicaba más o menos así: el ser humano es temporal, toda existencia tiene un comienzo y un fin. Y en ese transcurrir temporal del pasado al presente hacia el futuro toda persona se procura cuidado y preocupación. Este tiempo en el que estamos insertos se constituye desde la finitud, desde la muerte venidera y por tanto, su rasgo central es la transitoriedad. Sólo el amor tiene la capacidad de trascender el tiempo e instalarse en la eternidad, en el "para siempre", porque el amor que lo es, el verdadero, es eterno e inmortal.

En cuanto al límite del espacio decía lo siguiente ayudándose de los razonamientos de Heidegger a propósito del tema: toda persona ocupa un espacio, tiene una dimensión corporal que la define y la limita y desde la cual, se relaciona con las cosas. Dos son las características fundamentales del espacio: el des-alejar y el con-ceder.
Con el  des-alejar, el filósofo alemán se refiere a la tendencia natural del hombre de hacer desaparecer las distancias. El espacio se constituye como el ámbito donde yo puedo encontrarme con los otros, ya sean objetos, animales o prójimos. Con el con-ceder se refiere a que el ser humano que lo es de verdad está permanentemente regalando espacio, dejando ser a las cosas en su propia espacialidad. El otro de los significados de la raíz alemana "raum": despejar, limpiar, ordenar, encuentra su correspondencia en el principio de "espacio vital". Y todo el mundo necesita su espacio vital para poder vivir, algunos se ven incluso en la necesidad de conquistar ese espacio vital, otros lo acaparan desplazando a los demás del suyo propio... 
Ahora bien, si nos quedamos con el primer significado de raum con-ceder, otorgar surge, de nuevo, el amor como el ejemplo más perfecto.

"Sólo donde tú estás nace un lugar" escribió Rainer Maria Rilke  en uno de sus sonetos... Y es la comprensión de esta idea lo que me estremece y da sentido y significado pleno a la palabra amor: porque en el amor el ser querido no se desplaza ni desplaza, sino que, con él,  se crea un espacio nuevo, ya no hay tú y yo, se crea el nosotros. No hay pérdida o invasión del espacio vital, hay creación de un espacio nuevo. Y esa espacialidad propia del amor, el encuentro entre dos amigos o amantes tiene su  gesto más característico en el abrazo, (otro día escribiré sobre el abrazo... y el beso) que es la expresión viva de la fusión de los espacios de cada uno en un "nuestro espacio". Quienes amistosamente se abrazan muestran estar deseando que su lugar en el mundo, su espacio más propio, el espacio de su cuerpo, se halle en contacto con el lugar del otro. Ninguno puede perjudicar al otro  limitándolo, porque el uno al otro se dicen, "sólo donde está tu persona hay para mí un espacio habitable". 
En el amor se abre un nuevo espacio ilimitado (amplio, vasto, libre), donde hay alimento y actividad y al mismo tiempo calor, hogar... entonces, en el amor, el lugar se convierte en hogar... ¿Y el tiempo?... ¡en eternidad!
Sólo el amor es capaz de trascenderse a sí mismo, ...sólo en el amor seremos capaces de trascendernos a nosotros mismos, ... en el espacio y en el tiempo. Sólo desde el amor podremos las personas  construir un espacio habitable.

Espacio y tiempo... ¿límite u oportunidad?