jueves, 21 de septiembre de 2017

La ignorancia es atrevida; la estupidez, osada.



Una va cumpliendo años y se va encontrando en su "haber"  con los más distintos tipos de personas  y experiencias. 
Una de mis últimas experiencias vividas es haberme topado frente a frente con las consecuencias del atrevimiento de algún ignorante. Pero no sólo eso... puedo ir más allá en el colmo de los colmos... he experimentado en carne propia la osadez de la estupidez humana.
He tardado tiempo en darme cuenta y luego, en convencerme a mí misma, de que era así. En mi obsesión por  llegar al origen de los problemas para intentar explicarlos y darles una solución, en el paréntesis dentro del caer en la cuenta de la situación real e intentar encontrar una explicación lógica de le los sucesos,  he investigado y leído un poco sobre el tema y me he topado con un ensayo de Carlo Cipolla sobre la estupidez humana. Para mí ha sido un descubrimiento y, posiblemente, un filón para una posible mayor profundización. El ensayo del que hablo lleva por título "Allegro ma non troppo".
Quiero, en este post, resaltar las ideas que más han resonado en mí a la hora de leer el ensayo y que me han hecho divagar sobre el tema. 

Cipolla define el grupo de los estúpidos como: "un grupo muy poderoso, no organizado, que no se rige por ninguna ley, que no tiene jefe, ni presidente, ni estatuto, pero que consigue actuar en perfecta sintonía...", "...una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana."

Según Cipolla, cinco son las leyes fundamentales de la estupidez humana:

1. Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos  estúpidos que circulan por el mundo.

Por muy alta que sea la estimación cuantitativa que uno haga de la estupidez humana, siempre quedan estúpidos de un modo repetido y recurrente debido a que:
  • Personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado se revelan después, de repente, inequívoca e irremediablemente estúpidas.
  • Día tras día, con una monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
2. La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
En la explicación de esta segunda ley, Cipolla afirma: "Tengo la firme convicción, avalada por años de observación y experimentación, de que los hombres no son iguales, de que algunos son estúpidos y otros no lo son y de que la diferencia no la determinan fuerzas o factores culturales sino los manejos biogenéticos de una inescrutable madre naturaleza".

3. (Ley de oro) Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un prejuicio.

Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones. Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad, no existe explicación -o mejor dicho- sólo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida.
Existen personas que, por sus inverosímiles acciones, no sólo causan daños a otras personas, sino también a sí mismas. Estas personas pertenecen al género de los superestúpidos.
La capacidad de hacer daño que tiene  una persona estúpida depende de dos factores principales: 
  • Factor genético: algunos individuos heredan dosis considerables del gen de la estupidez, y gracias a tal herencia pertenecen, desde su nacimiento, a la élite de su grupo.
  • Posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad.
Ambos influyen sobre otras personas con una intensidad muy diferente. Algunos causan sólo prejuicios limitados. Otros pueden ocasionar daños terribles.

La pregunta que a menudo se plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o de autoridad.

Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les resulta difícil entender un comportamiento estúpido. Una persona estúpida nos perseguirá sin razón, sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más impensables. No existe modo alguno racional de prever cuándo, cómo y por qué una criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno está completamente desarmado porque generalmente el ataque nos coge por sorpresa o porque, aún cuando tengamos conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional, porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional.


4. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas.

A veces se puede hacer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido pero tal acción sólo puede presentar efectos desastrosos porque: está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y porque da a la persona estúpida oportunidad de desarrollar posteriormente sus capacidades. 
Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier  circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

5. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

Cuando los estúpidos entran en acción, las cosas cambian completamente. Las personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas. Por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.

Estas son las cinco leyes de al estupidez según Carlo Cipolla que me dejan mucho en qué y en quién pensar. 


La ignorancia es atrevida... así empieza el post con este dicho tan conocido... pero la ignorancia tiene remedio. Generalmente el ignorante sabe que lo es y, si quiere, puede poner solución a su mal. El problema del estúpido es que no sabe que lo es... y además, ¡es osado!

¿Por qué he añadido la segunda parte a la frase? porque, como se le atribuye al mismo  Dickens: "con la estupidez y la buena digestión el hombre es capaz de hacer frente a muchas cosas" o a Schiller "contra la estupidez hasta los mismos dioses luchan en vano". 

Mi pregunta sigue siendo... ¿por qué? Cipolla nos dice también en su ensayo: "La persona inteligente sabe que es inteligente. El malvado es consciente de que es un malvado. El incauto esta penosamente imbuido del sentido de su propia candidez, pero... el estúpido, no sabe que es estúpido. Con la sonrisa en los labios, el estúpido aparecerá  de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, apetito, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón. Estúpidamente".


Quizá yo misma pertenezco al grupo de los estúpidos y el problema es que, por la misma naturaleza estúpida nunca me daré cuenta. Mientras tanto, ... sigo divagando.



Divagaciones sobre: "Allegro ma non troppo" de Carlo María Cipolla.

domingo, 28 de mayo de 2017

Aunque el olivo olvide su aceituna...



¿Quién me iba a decir a mi que un día le encontraría una aplicación personal a esta frase del cántico de Habacuc (Ha 3, 17)?
Resulta curioso comprobar como, en momentos concretos, versículos o fragmentos de la Biblia tantas veces rezados cobran un nuevo sentido, adquieren un significado distinto, como intentando dar con una situación concreta.

Últimamente, esta frase vuelve a mí con cierta insistencia como intentando darme la respuesta a próximas decisiones que debo tomar en el rumbo de mi vida.
Y es que... ¿cómo conservar una llamada "amistad", cuando a la persona "amiga" la consideras causa de tu malestar profesional? ¿se puede salvar una cierta relación amistosa cuando te has sentido descalificada por esa persona?  Ese es mi combate interior en estos días.

Estoy de acuerdo, las dificultades profesionales se superan todas. Tardaremos más o menos ya que en ello va la estabilidad económica y también la capacidad para subsistir.... pero siempre sale el sol por algún lado... y si no es éste, será otro trabajo.

Pero las dificultades relacionales son un poco más difíciles de encajar y más, cuando una no es consciente de haber provocado esas situaciones difíciles,... cuando, de repente, se te caen encima como un jarro de agua fría no viéndolas llegar... al menos, no hasta el punto de tener que tomar una decisión drástica como es el cambio de trabajo. Mentiras no contrastadas, descalificaciones injustas, falsas afirmaciones toleradas, acusaciones directas sin conocimiento de causa, silencios acusadores... ¿sensación de impotencia? Siiiiiii!!!... Mucha!!! ... y no sólo de impotencia!!!

De verdad, ... después de pasar por momentos así,  cuando tus propios compañeros y tus superiores directos te consideran  una amenaza y una carga y no son capaces de ver todo el tiempo invertido, el trabajo realizado y los éxitos cosechados... es momento de decidir.

Y decido.

Decido MIMARME, no dejando que esas falsas acusaciones lleguen al fondo de mi corazón. Abro el paraguas y dejo que caiga el chaparrón. Protejo mi ser, mi yo profundo para que no se vea malherido.
Decido MOVERME, dar un nuevo paso. Convertir todas estas dificultades en una nueva oportunidad... ¿por qué no aspirar a algo mejor? ... y si ya es el tiempo, .... empezar a hacer realidad mi sueño... que está... pero por llegar.
Decido REINVENTARME o, al menos, poner los cimientos para que ello sea posible. Hacer algo nuevo, totalmente distinto a lo que hecho hasta ahora... si no es posible... ¡Tampoco me frustaré! Seguiré caminando.
Decido PERDONAR. Sí, y éste es mi combate interior. Quiero perdonarte, amiga, pero me has herido verdaderamente. No necesitaba palmaditas en la espalda cada vez que algo salía bien (fueron muchos momentos porque hemos conseguido grandes cosas en estos dos años), ni tampoco esas expresiones de "alabanza" por todo lo bien hecho (ahora me doy cuenta que eran superficiales), ni siquiera tu apoyo si la ocasión no lo permitía... No, necesitaba  tu pensamiento crítico,  tu contraste de información, tu objetividad, ... y esto, ... no lo he tenido. Y ahora, cuando se produce el desenlace... ¡Silencio! Como dando a entender que la causa de toda la situación generada soy yo, que todo mi proceder ha estado equivocado.

Pero... ¿sabes? me voy tranquila. He analizado una y mil veces mi responsabilidad directa en esta situación. El tiempo pone las cosas en su sitio... ¡y a las personas también!.

Con los demás, mi relación era estrictamente profesional y... no me duelen. Pero me quedas tú. Porque cada vez que veo tu olivo en mi terraza, vuelvo a pensar en ti. Hace algo menos de un año que me lo regalaste y para mí fue muy significativo por toda la simbología que le acompaña: El olivo es considerado un árbol sagrado, como sagrada considero yo una amistad, símbolo de paz, prosperidad y felicidad. Su aceituna es símbolo de bendición divina como bendición es el poder gozar de la compañía y el apoyo de una amiga; su aceite tiene propiedades reales, nutre, suaviza, impregna, permanece, conserva, brilla, es portador de luz y calor, calma y pacifica, depura y limpia... propiedades que, para mí, también tiene una  amistad verdadera sobre las personas que la disfrutan.

Pero si el árbol olvida su fruto... si el olivo olvida su aceituna... ¿en qué se convierte?

Bueno pues, ... aunque el olivo olvide su aceituna... "yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi Salvador" (Ha. 3,18)... Él es el que me dice:  perdona a pesar de todo: "Perdona, hasta setenta veces siete" (Mt. 18, 22) ...