"Para defenderse del frío invernal, los erizos decidieron juntarse los unos a los otros para calentarse con su propio calor animal, pero, al acercarse, se pincharon y entonces se alejaron nuevamente. Al alejarse tuvieron de nuevo frío y se volvieron a acercar para calentarse, pero se pincharon nuevamente y, una vez más, se alejaron, buscando alternativas para protegerse del frío y de las picaduras. Todo esto hasta que, después de varios intentos, los erizos encontraron la distancia adecuada que les permitía no pincharse sino calentarse, es decir, protegerse al mismo tiempo del frío y de la picadura"
A. SCHOPENHAUER
Parerga y Paralipómena, II,2.
He pensado muchas veces sobre este dilema... que quizá, no sea tal, sino tan solo una cuestión de actitud ante los demás y ante la vida.
Algunas veces, los escritos o frases pronunciadas llegan justo en el momento de la vida que nos hacen reflexionar más profundamente sobre lo que en ellos se nos dice... de alguna manera, nos cala muy hondo, nos llega a lo profundo de corazón.
Este es mi caso con este fragmento. (También con su autor pero no es el tema del post). Como decía antes, he pensado muchas veces sobre ello. He vuelto una y otra vez sobre el tema... Y sinceramente... después de darle muchas vueltas, creo que no hay tal dilema.... sino más bien, lo considero una cuestión de actitud... actitud, si, ante el otro,... y ante la vida.
Los humanos somos seres sociales, es decir, necesitamos de los demás para desarrollarnos plenamente... y, ¡ay de aquel que elige estar solo!. Si al ser "humano" le sumamos el plus de ser "persona", entonces, el otro se convierte en prójimo (próximo)... y ahí la lejanía se difumina e inevitablemente, se transforma en cercanía, en proximidad,...
Los erizos como animales que son, deciden juntarse por pura supervivencia, para no morir durante el frío invernal. De la misma manera, cuando se hacen daño, aunque estando a gusto con el calorcito provocado por la cercanía de sus cuerpos, también por supervivencia, deciden separarse... y así una y otra vez.
Quizá es que los erizos, al ser cuadrúpedos no han descubierto todavía que existe una parte de su cuerpo en la que no crecen las púas, y ésta es la parte protegida, la que comunica directamente con los órganos vitales, con el corazón que late, con los ojos que miran, ... quizá no se han dado cuenta todavía... será porque son animales.
Puedo parecer un poco ilusa pero sigo creyendo en la bondad de los "seres humanos", de los "seres personas" y me cuesta pensar en el "dilema del erizo" como una parábola de las relaciones humanas... Creo en la capacidad de las personas de caminar bípedamente, acompañando y dejándose acompañar en los distintos tramos del camino, unas veces en "soledad habitada" (porque el camino así lo requiere) otras, en compañía de sus prójimos queridos, con la seguridad de amar y sentirse amado desde la verdad, la sinceridad y la bondad de corazón que hay en cada uno de nosotros.
Quizá es que los erizos todavía no han descubierto que en su parte interior (como en la de cada uno), en la que no tiene púas, está precisamente el corazón, ... donde habita el amor y ... donde habita el amor, el dolor de las heridas y los pinchazos provocados por las púas de superficie, queda superado en demasía.
Algunas veces, los escritos o frases pronunciadas llegan justo en el momento de la vida que nos hacen reflexionar más profundamente sobre lo que en ellos se nos dice... de alguna manera, nos cala muy hondo, nos llega a lo profundo de corazón.
Este es mi caso con este fragmento. (También con su autor pero no es el tema del post). Como decía antes, he pensado muchas veces sobre ello. He vuelto una y otra vez sobre el tema... Y sinceramente... después de darle muchas vueltas, creo que no hay tal dilema.... sino más bien, lo considero una cuestión de actitud... actitud, si, ante el otro,... y ante la vida.
Los humanos somos seres sociales, es decir, necesitamos de los demás para desarrollarnos plenamente... y, ¡ay de aquel que elige estar solo!. Si al ser "humano" le sumamos el plus de ser "persona", entonces, el otro se convierte en prójimo (próximo)... y ahí la lejanía se difumina e inevitablemente, se transforma en cercanía, en proximidad,...
Los erizos como animales que son, deciden juntarse por pura supervivencia, para no morir durante el frío invernal. De la misma manera, cuando se hacen daño, aunque estando a gusto con el calorcito provocado por la cercanía de sus cuerpos, también por supervivencia, deciden separarse... y así una y otra vez.
Quizá es que los erizos, al ser cuadrúpedos no han descubierto todavía que existe una parte de su cuerpo en la que no crecen las púas, y ésta es la parte protegida, la que comunica directamente con los órganos vitales, con el corazón que late, con los ojos que miran, ... quizá no se han dado cuenta todavía... será porque son animales.
Puedo parecer un poco ilusa pero sigo creyendo en la bondad de los "seres humanos", de los "seres personas" y me cuesta pensar en el "dilema del erizo" como una parábola de las relaciones humanas... Creo en la capacidad de las personas de caminar bípedamente, acompañando y dejándose acompañar en los distintos tramos del camino, unas veces en "soledad habitada" (porque el camino así lo requiere) otras, en compañía de sus prójimos queridos, con la seguridad de amar y sentirse amado desde la verdad, la sinceridad y la bondad de corazón que hay en cada uno de nosotros.
Quizá es que los erizos todavía no han descubierto que en su parte interior (como en la de cada uno), en la que no tiene púas, está precisamente el corazón, ... donde habita el amor y ... donde habita el amor, el dolor de las heridas y los pinchazos provocados por las púas de superficie, queda superado en demasía.
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