jueves, 17 de enero de 2013

El volumen de la ausencia...


...resuena en mí como el eco en la pared de la alta montaña.
Me pregunto una y otra vez ...pero... ¿la ausencia ocupa volumen?
Diccionario en mano busco la definición de ambas palabras para captar con mayor profundidad su significado...
volumen: "espacio que ocupa un objeto/sujeto".
Quiero entender el espacio como algo físico, que se puede medir, o pesar ... ¿o no?. El objeto/sujeto por supuesto es algo /alguien concreto que podemos ver y tocar, ... ¿o no?
Defino ausencia: "falta de una persona del lugar donde está habitualmente", y también se refiere al "tiempo que una persona  falta del lugar en el que está habitualmente". Ausencia, lo opuesto a presencia. Lo que no se puede ver... ni tocar... Lo que no está...

Releo... y me  doy cuenta de que quizás la palabra importante  a tener en cuenta es objeto/sujeto... En mi reflexión, aunque creo que los objetos son necesarios, la mayoría son prescindibles, si no están, si desaparecen, el mal sería menor puesto que la inteligencia humana  es capaz de elaborarlos, construirlos de nuevo. No así en el caso de los sujetos, entendidos éstos como personas... los que ya no están, los que han desaparecido... no hay posibilidad de volver a crearlos, de re-vivirlos... no al menos físicamente. Entonces, si no existe "sujeto físico" en principio no ocupa espacio... ni tiempo... Entonces... quizá la expresión sea incorrecta, quizá no tenga  sentido... ¿o si?

Vuelvo al sujeto, a partir de ahora persona. Las personas ocupan un espacio y un tiempo... breve, pero significativo. Porque la persona es algo más que razón y pensamiento es, sobre todo, emoción y sentimiento, más espíritu que cuerpo y en el equilibrio de todo el conjunto, en el "hacerse de cada día"  se produce el crecimiento y la madurez personal. Pero este "hacerse diario" no depende solo y exclusivamente de  uno mismo, sino también y en gran medida de "otros" con los que nos relacionamos, los que nos son cercanos, similares... pero sobre todo de aquellos "otros" que  dejan de ser "ello" para convertirse en "tú".

Esos tús son los importantes en la vida de cada persona. Los tús  que dejamos entrar en nuestra vida como parte de nosotros mismos, por quiénes nos dejamos "afectar", por quienes nos sentimos queridos, amamos y nos dejamos amar. Los tús que con su confianza y comprensión nos permiten salir de nosotros mismos, de nuestro egoísmo estéril  y darnos a manos llenas... Esos tús que nos recuerdan cuán frágil y vulnerable, cuán débil es nuestra condición humana, pero a la vez, cuán fuerte y resistente en el espíritu. Los tús que dan sentido al propio existir  y que nos hacen vivir con intensidad  la cercanía de su presencia. Esos tús que cuando ya no están... siguen siendo... porque el vacío es tan grande que permanecen en nuestro recuerdo.

Éstas son, verdaderamente, las ausencias que pesan, las que ocupan espacio en nuestro interior... De acuerdo, no se ven... pero existen... y algunas... se quedan para siempre.
¿El volumen de la ausencia? Puede  ser infinitamente grande cuando esos tús se con-forman con el propio yo haciéndose un único ser.

"No es más grande quien más ocupa, sino quien más vacío deja cuando se va" (Maktub) Y ese vacío es el "volumen de la ausencia".

Y la vida sigue... y somos responsables de seguir ofreciéndole lo mejor de nosotros mismos aún con la carga de nuestras ausencias ... ¿o no?

La experiencia me dice ... ¡que sí!, que se puede... ¡y se debe!

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